Monday, October 7, 2013

Las cuevas del Autana

Las cuevas del Autana

El cerro del tocón o Kuaymayojo

La leyenda indígena Piaroa cuenta que al principio el dios Waharidispuso que nadie debía trabajar y que todos los frutos, nueces y raíces se encontrarían en el Wahari-kuawai o “Árbol de los Frutos del Mundo”. Así vivieron los hombres antiguos hasta que una ardilla golosa, el tucán de pico largo y el pájaro carpintero, que fueron antepasados de los hombres actuales, se empeñaron en tumbar el árbol Wahari-kuawai para no tener que recoger más su comida. Estuvieron cortándolo durante mucho tiempo y cuando al fin  lograron tumbarlo, se pudrieron todos los frutos y sus ramas gigantescas cayeron hacia el río Cuao, donde están ahora las tierras más fértiles y los restos del tronco se convirtieron en montañas que bloquearon los ríos y provocaron inundaciones y represas por todas partes. Como en una de estas represas quedó atrapado un pez payara de grandes colmillos (Raphiodon sp.), que es el más saltador de todos, al tratar de escapar de su encierro le pegó varias veces con la cabeza al tocón del árbol Wahari-kuawai, que ahora se llama Kuaymayojo (cerro Autana), por lo que en ese lugar de la montaña aún se pueden ver los huecos que hizo la Payara antes de atravesar el cerro y formar la cueva que hay allí. Esta historia, que grabamos de un viejo piaroa en la Isla Ratón en 1970 ya no se recuerda, y el explorador Mario Crapanzano nos informó en el 2004 que el último chamán piaroa que queda, el que hace las famosas máscaras, no supo explicarle la relación que había entre el Árbol de la Vida y su religión.

Extrañas imagenes y sus posibles significados

Cuando en 1962 el capitán Harry Gibson nos llevó por primera vez en una avioneta para que conociera una cueva que atravesaba una montaña, aún no sabíamos que este cerro Autana lo llamaban Kuaymayojo, ni que el misionero Salvatore Gilij había sido el primero que escribió sobre el cerro “Carivirri” en 1782; pero en la oportunidad de nuestro viaje, volamos a unos ciento cincuenta metros por debajo de la cumbre en la sección de la “torre” y allí pudimos ver la insólita cavidad que atravesaba la montaña de un lado a otro como el ojo de una aguja. Y también, sobre el umbral de la boca que da hacia el Este, pudimos distinguir claramente un bloque rectangular de roca blanca que de inmediato llamamos “La Piedra de los Sacrificios”, porque al capitán Gibson le pareció ver  que sobre esta roca había algo redondo como una calavera. A partir de esa primera visita decidimos que algún día haríamos una expedición para explorar la cueva y examinar la calavera;  así fue como para familiarizarnos con aquella complicada geografía, le pedimos a los pilotos Harry Gibson, Héctor Lemoine y Luis Armando Roche  que nos llevaran a volar alrededor del Cerro para obtener unos pares de fotografías estereoscópicas con las que intentaríamos calcular el tamaño de la Piedra de los Sacrificios y el de la caverna. Estas imágenes tridimensionales resultaron muy importantes para preparar la expedición; porque cuando las examinamos en detalle, pudimos ver  que en parte Norte de la torre no solo había la cueva que atravesó el pez Payara, sino que estaba minada por una la red de galerías. Otra cosa que pudimos apreciar  entonces y que nos estimuló mucho, fue que las imágenes fotográficas mostraban que sobre la pared Sur de la galería principal había unas manchas  semejantes a inscripciones antiguas que a los directores de CODESUR también les resultaron muy interesantes  (Brewer-Carías 1970). Otra cosa que pudimos distinguir  con  esas fotografías tridimensionales, es que en la pared a donde se asomaba la cueva estaban pegadas unas plantas que podrían servir  como un elemento de referencia para comprender sus dimensiones. Pero aquellas rosetas que desde el principio nos parecieron unas piñas no nos sirvió de mucho, porque en 1962 aún no estábamos muy familiarizados con el tamaño de las bromelias que crecían  en los tepuyes;  ya que con la excepción de Bassett Maguire, Lyman Smith y Julián Steyermark, que aún no habían divulgado sus trabajos, casi más nadie las podía identificar.

Cueva Autana

Algunos años más tarde, mientras descendíamos por la escarpa sur de la meseta de Sarisariñama-jidi durante el día de año nuevo de 1965, fue cuando pudimos apreciar por primera vez la diferencia de tamaño que había entre una bromelia  del género Brocchinia sp. y otra del género Navia sp., que encontramos  creciendo una al lado de la otra en una pared vertical de cuarcita (Smith & Steyermark, 1967). Y fue a partir de ese momento cuando aprendimos a ser más cautelosos al momento de estimar las dimensiones de la cueva, porque si hubiésemos tomado como referencia el tamaño  de cualquiera de  estas piñas, el margen de error  en el cálculo de la altura de la cueva habría estado en el orden de uno a cinco. Pero  ese  error en la estimación  se habría elevado a diez, en el caso que las rosetas adheridas de la pared a la pared del Autana hubiesen pertenecido a alguna planta de la familia Amaridilaceae (parecida al sisal), porque entonces la boca principal de la cueva habría tenido  entre los 5 y los 50 metros de altura; lo cual resultaba demasiado  impreciso.

Otra manera que empleamos para estimar el tamaño de la cueva fue incluir en las fotografías la punta del ala del avión de Gibson, de manera que esta nos sirviera como elemento de comparación;  pero esa maniobra, además de que resultaba muy riesgosa tampoco nos dejó satisfechos, porque según fuera la distancia  que pasáramos de la pared y la velocidad de  crucero, algunas veces nos daba la impresión de  que la cueva  podría ser tan grande que nuestro avión pasaría a través de la montaña  sin tocar las paredes, y  en otras oportunidades nos resultaba la cavidad tan reducida, que pesábamos que una persona parada en la boca podría tocar el dintel con las manos.

La incógnita  sobre la altura de la cueva  quedó resuelta diez años después, cuando  nos  hicieron una fotografía parados  sobre la Piedra de los Sacrificios. Y la posibilidad de que un avión pudiera pasara por dentro de la montaña fue demostrada otros diez años más tarde cuando el piloto Jimmy Marull la atravesó  a bordo de un avión  ultraliviano.

Fuente: http://audy.speleo.cz/Autana/esp.html





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