Friday, October 18, 2013

El ama de casa que se hizo rica falsificando billetes con enaguas viejas

El ama de casa que se hizo rica falsificando billetes con enaguas viejas

El ama de casa que se hizo rica falsificando billetes con enaguas viejas
Fajo de billetes robados en el convento de San Vicente de Paúl, en 1936

Entre los más grandes falsificadores de la historia es fácil encontrar a grandes artistas, geniales artesanos, mafiosos de la peor calaña o personalidades importantes con acceso a las más altas cotas de poder. Pero lo que es difícil imaginarse es que, entre todos estos grandes delincuentes, se colara una pobre ama de casa, de 34 años y con siete hijos, que se hizo multimillonaria con un ingenioso método para falsificar billetes sin salir, jamás, de su pequeña villa de Massachusetts. Su nombre: Mary Peck Butterworth.

Nació en Rehoboth en 1686 y, a los 24 años, se casó con John Butterworth, un modesto granjero con el que subsistía trabajando en una pequeña granja heredada. Una década después la pareja ya contaba con siete hijos. Los gastos que aquellos pequeños les generaban y los escasos beneficios que obtenían de sus tierras les llevaron a acumular muchas deudas, hasta el punto de que su propiedad les fue embargada. Se encontraban en la más absoluta pobreza, a la espera de un milagro con el que poder alimentar a sus pequeños. Y ese «milagro» llegó, pero en forma de picaresca y delito.

Se encontraba un día la señora Butterworth almidonando la ropa de sus hijos y dejó la plancha, sin darse cuenta, sobre una hoja de periódico. Al percatarse, se sorprendió al ver que parte del texto del periódico había quedado impreso en una de las pequeñas camisas que estaba planchando. Rápido se le encendió una luz, preguntándose qué ocurriría si apoyaba la plancha caliente sobre uno de los nuevos billetes que se habían emitido en la colonia británica y, después, sobre un papel en blanco.

Primeros ensayos

En las primeras pruebas la impresión aparecía débil y arrugada, o directamente el papel se quemaba por el exceso de calor en la plancha. Pero no se detuvo en su empeño hasta dar con el sistema adecuado: estampar el molde del billete sobre la muselina rígida de unas de sus enaguas usadas, perfectamente almidonada, pasar luego la plancha no muy caliente sobre el papel y, finalmente, subrayar los detalles con una pluma de ganso.

Era tan perfecta su obra, tan primitivos los billetes y tan raro que alguien se le ocurriera falsificarlos, que le fue muy fácil colocarlos en el vecindario. Viendo la poca sospecha que levantaban, no tuvo reparos en comenzar a comprar ropas caras y objetos de lujo, así como a poner a toda la familia a producir billetes y contactar con revendedores, a los que les vendía su «dinero» a la mitad de su valor nominal.

Fue tal el éxito de la falsificación de Mary Peck Butterworth, y tan grande la cantidad de billetes que llegó a producir, que en poco tiempo afectó a la economía de Nueva Inglaterra y al control de las finanzas coloniales. La «hazaña» de esta ama de casa, de hecho, aparece a menudo nombrada entre las grandes falsificaciones de la historia.

Su error, comprar una mansión

En todo este despilfarro, la familia Butterworth cometió el error de adquirir una de las mansiones más lujosas de Rehoboth, la cual pusieron a nombre de su hijo para despistar a las autoridades. En una inspección rutinaria de hacienda, uno de los hermanos de John Butterworth fue interrogado sobre el origen del dinero con el que la familia había comprado la mansión. Luego preguntaron a Mary Peck. Ambos, con un ataque de nervios, terminaron confesando su delito, a los que siguieron el hijo, una nuera y uno de los revendedores de los billetes.

En el juicio celebrado en 1723, sin embargo, el fiscal no pudo encontrar pruebas contra Butterworth, ya que la astuta ama de casa había arrojado al fuego las piezas que le servían de molde. Fue declarada inocente. ¿Qué hizo después? Según cuentan, continuar falsificando billetes, esta vez con la ayuda de toda la parroquia, hasta que se retiró poco antes de morir, a los 88 años, muy muy muy rica.


Fuente: http://www.abc.es/

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