Friday, December 6, 2013

Los Fantasmas de los Trenes

Los Fantasmas de los Trenes

Museo del Ferrocarril de Guatemala

Algunos trabajadores del Museo del Ferrocarril afirman haber sido espantados. Sí, espantados. Aseguran haber escuchado ruidos como desperfectos eléctricos, e incluso haber captado un espectro con la cámara de su celular. Maquinistas como Alan Roberto Tally Marroquín, o don Tally como lo llaman, cuentan algunas de esas historias a los visitantes. Por 25 años fue conductor de locomotoras, quién mejor que él para compartir sus anécdotas.

El museo abre sus puertas sólo de día, pero de noche, el cuento es otro. Don Tally narra las pasiones que libraron personajes sin nombre en los espacios de los trenes.

La viuda negra

Cuentan que un maquinista tenía una amante, y que esta un día decidió envenenarlo porque no podía estar más con ella; le quitó y se quitó la vida. Ahora, a eso de las dos de la mañana, entre los vagones, “se puede ver una figura femenina con prendas negras, realmente hermosa, dicen, que busca aún a su amante, el maquinista”, cuenta don Tally. Y advierte que de encontrársela, no hay que seguirla, porque esta lo pierde a uno en el patio trasero del museo.

Vagón número 16

Este vagón fue diseñado para carga de pasajeros. En él se paseaba el conductor de trenes y el maestro de equipaje. Ahí los pasajeros llevaban menajes para la casa, cántaros, ollas, comales, estufas, frigoríficos y demás muebles. Pero también otro tipo de carga: ataúdes. Por veinte centavos podía transportarse al difunto. 

En este vagón, además, hay una losa en la parte posterior. Durante la marcha de un tren, este necesitaba unos 800 metros para poder detenerse, antes de esa distancia, por más que frenara, la máquina ferroviaria se deslizaba por los rieles metálicos. Todo aquello que estuviera sobre las vías a una distancia menor, simplemente era “llevado por el tren”.

Cuando estas eventualidades se suscitaban con personas, pocas eran las que salían vivas. Los accidentes ocurren, defiende don Tally, “pero también había personas decepcionadas que porque el novio les decía no te quiero, o la mujer le decía al marido hasta aquí no más, entonces se desencantaba y se tiraba al paso del tren y uno no podía hacer nada; también había choques de imprudencia del chofer que se metía con los buses cargados de gente o camiones que se metían o carritos por querer pasar. Y el tren los agarraba y los mataba”, añade. Por ello el apodo de “El vagón de los muertos”.

Vagón de pasajeros

Interior de uno de los vagones de pasajeros

En un vagón de pasajeros, una pareja y su hija de cuatro años se dirigían rumbo a Esquipulas, era 1968. Cuando el brequero anunció que se aproximaban al destino, la joven familia se bajó. El tren arrancó en un santiamén y el conductor fue a recoger los boletos. Cuando miró al fondo, una niña estaba a punto de tirarse del balcón, la hija de la familia que descendió. El conductor la detuvo, le preguntó qué le pasaba, y ella respondió que sus papás la dejaron. Se recostó en su hombro, y murió de un infarto. Ahora, a las siete de la noche, su espíritu deambula entre los vagones verdes del museo, el de una niña que llora.

Fuente: http://www.elperiodico.com.gt/


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