Fantasmas en el museo Jorge Hernández de Buenos Aires.
Desde hace un tiempo los museos de la ciudad de Buenos Aires parecen configurar espacios ideales para experiencias paranormales de las que más de un testigo pudo corroborar, impresionado, al quedar cara a cara con un fantasma, cuando sintió ruidos de objetos que se mueven en salas donde no hay nada o bien tras escuchar una composición musical cuya procedencia, inexplicable por cierto, no puede ser otra que del más allá.
El Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco, enclavado en Barrio Norte, es uno de esos epicentros donde lo extraño tiene lugar y desde hace bastante.
El Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco
La casona se levanta en Suipacha 1422, allí donde una tarde de verano de 1989, bailarinas de un grupo de danza española se toparon con una imagen fantasmagórica que apareció dos veces en los jardines del edificio, donde las mujeres esperaban la vuelta de la luz tras un corte en el suministro eléctrico.
Con su blanca palidez
Lo que vieron esas bailarinas fue una figura blanca y espigada, sumamente etérea, que se deslizaba entre los canteros del jardín donde desapareció por unos instantes, para volver a sorprender con su palidez espectral en la punta opuesta al lugar donde originalmente había sido vista.
El temor a lo desconocido y la impresión por lo vivido tuvo, por aquellos días, una cara visible: la de la integrante del cuerpo de baile que hasta llevó a la televisión la singular experiencia que había apreciado junto con otras compañeras que, como ella, nunca le encontraron una explicación racional a lo sucedido.
Una de las habitaciones del Museo
La historia quedó instalada y no hay colaborador del museo que tenga la sensación de percibir una luminosidad que es atribuida la mayoría de las veces a efectos de la luz, al recuerdo instalado de lo que ocurrió ese día de enero del 89 o, por qué no, a una nueva visita del fantasma del Fernández Blanco.
Miedo en inglés
El museo es tal desde 1947 pero el edificio es una construcción de 1920 concebida por el arquitecto Martín Noel y que al aparecer siempre estuvo vinculado con situaciones extrañas y paranormales de las que, incluso, integrantes de la comitiva que acompañaron en su visita al país al presidente estadounidense Herbert Hoover dieron cuenta en su momento.
La delegación que acompañó en ese 1928 al mandatario norteamericano se hospedó en el entonces flamante Palacio Noel y más de un funcionario volvió a los Estados Unidos con la singular sensación de haber visto un fantasma. ¿Dónde? En los pasillos de la residencia en la que aparentemente el mismo espectro volvió a presentarse 61 años después, en ese caso ante las bailarinas españolas.
La descripción coincidente en ambos episodios sobre el fantasma resultó bastante similar. Los que vieron al espectro afirmaron que se trataba de una mujer ataviada de blanco y a la que si bien no se le distinguía plenamente el rostro, podía decirse que exhibía una fría y misteriosa sonrisa.
Gemidos y susurros
Otros hechos en el Fernández Blanco abren las puertas a experiencias paranormales como, sin ir más lejos, las caídas de algunos objetos que en mayor medida ocurrieron en los meses previos a la aparición del fantasma en 1989, cuando hasta entre el personal de maestranza se produjeron accidentes inexplicables.
Pero no es el Fernández Blanco el único museo de la ciudad donde suceden cosas extrañas porque en la carrera se anota el José Hernández, situado en Avenida Libertador al 2300, en Recoleta, donde los empleados suelen escuchar ruidos a los que no le encuentran explicación.
Hay más. Aunque aparentemente no hubo tanta reincidencia de episodios en los últimos tiempos, empleados del edificio suelen sobresaltarse cuando la puerta de algunas de las salas se cierra de repente sin que haya correntada alguna o, lo que es más escalofriante, al escuchar gemidos y susurros capaces de erizar la piel del ocasional receptor del hecho paranormal.
Dactilógrafo fantasma
En un cuarto pequeño y casi vacío se escucha el sobrenatural tecleado sobre de una máquina de escribir inexistente, ruidos que incluso llegaron a ser grabados por el personal del museo.
El último de los museos frecuentados por espectros suma la presencia del quizás, hasta aquí, más famoso de los fantasmas a quien se lo escucha entonar canciones. El fenómeno sucede en Jean Jaures 735, donde funciona en la casa que Carlos Gardel compró a su madre Bertha Gardés el museo del Zorzal Criollo.
El Museo Zorzal Criollo o Carlos Gardel
Los operarios que se dedicaban a la tarea de reacondicionar la propiedad solían ser testigos de una experiencia alucinante cuando al caer la tarde, se preparaban para terminar con la jornada laboral. Sin que hubiera aparato alguno encendido en las cercanías, los obreros escuchaban la inconfundible voz de Gardel como si estuviera en el marco de un ensayo. Eso sí; en esos crepúsculos y como era de esperar, aun ensayando en la eternidad el Mudo cada vez cantaba mejor.
Fuente: http://www.mundoparapsicologico.com/
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