No sirvió de nada quemar
toda la madera del invierno
para atajar la soledad.
Al amanecer se despertó el recuerdo
del morir dulcemente en tus manos,
de tus ojos abiertos
como tristes flores de invernadero.
Tarda el amor en vestirse
porque no entiende el absurdo
de la jauría de lágrimas
que corren por el espejo,
porque no comprende qué causa
pliega tu rostro entre las montañas
más allá del horizonte de mis venas,
ni porqué arde tu pelo como la yesca
al otro lado de la ventana.
¡Qué más da!
Al fin es un precipicio menos,
un abismo lejano, olvidado y distinto
en el que saben a nocturno
tus últimos besos.
No derrumbo todavía en mis párpados
los cascotes de mi alma en ruinas.
Pero no tardarán, siguen al acecho
las fieras que desgarrarán
el abandono de mis vísceras abiertas.
Sigo el rastro de la sangre que dejaste
sobre la alfombra al arrastrar el amor,
sin importarme el lugar al que me conduce,
como no me importó que se cayera la luz
sobre las fosas donde los cadáveres
de rostro harinado aún sobrevivían.
¡Qué cargado está el aire en el inframundo!
¡Necesito abrir paredes y ventanales!
¡Ah sí! ¡Cómo entran las rachas de viento!
¡cómo la escarcha me arranca la piel y el dolor!
Irrumpo en el paisaje y amaso su tierra gris.
Por primera vez respiro y me estremezco,
por primera vez escucho mi corazón latiendo.
RAÚL TAMARIT
FUENTE: http://raultamarit.blogspot.com.es/2013/12/rastro-de-amor-no-sirvio-de-nada-quemar.html
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