LEYENDA DE LA PATASOLA
Cuentan que en cierta región del Tolima Grande, un arrendatario tenía como esposa una mujer muy linda y en ella tuvo tres hijos.
El dueño de la hacienda deseaba conseguirse una consorte y llamó a uno de los vaqueros de más confianza para decirle: vete a la quebrada y repara entre las lavanderas, la mejor; luego me dices quién es, y cómo es.
El hombre se fue, las observó a todas detenidamente, -que en su mayoría eran viejas y feas-, al instante distinguió a la esposa de un vaquero compañero y amigo, que fuera de ser la más joven, era la más hermosa.
El vaquero regresó a darle al patrón la filiación y demás datos sobre la mejor.
Cuando llegó el tiempo de las "vaquerías" o "herranzas", el esposo de la bella relató al vaquero emisario sus tristezas, confió sus cuitas quejándose de su esposa que la notaba fría, menos cariñosa y ya no le arreglaba la ropa con la misma asiduidad de antes; vivía de mal genio, era déspota desde hacía algunos días hasta la fecha; que le provocaba irse lejos..., pero le daba pesar con sus hijitos.
El vaquero sabedor del secreto, compadecido de la situación de su amigo, le contó lo del patrón, advirtiendo no tener él ninguna culpabilidad.
El entristecido y traicionado esposo le dio las gracias a su compañero por su franqueza y se fue a cavilar a solas sobre el asunto y se decía: si yo pudiera convencerme de que mi mujer me engaña con el patrón, que me perdone Dios, porque no respondo de lo que suceda. Luego planeó una prueba y se dirigió a su vivienda. Allí le contó a su esposa que se iba para el pueblo porque su patrón lo mandaba por la correspondencia; que no regresaba esa noche porque como ya las sombras del crepúsculo caían, al regresar tarde le daba miedo pasar por "El zanjón de los muertos". Se despidió de beso y acarició a sus hijos. A galope tendido salió por diversos vericuetos para matar al tiempo. Llegó a la cantina y apuró unos tragos de aguardiente. A eso de las nueve de la noche se fue a pie por entre el monte y los deshechos a espiar a su mujer.
Serian ya como las diez de la noche, cuando la mujer, viendo que el marido no llegaba, se fue para la hacienda en busca de su patrón.
El marido, cuando vio que la mujer se dirigía por el camino que va al hato, salió del escondite, llegó a la casa, encontró a los niños dormidos y se acostó. Como a la madrugada llegó la infiel muy tranquila y serena. El esposo le dijo: ¿"De dónde vienes?". Ella con desenfado le contestó: "De lavar unas ropitas...". _ ¿De noche? -Cortó el marido.
A los pocos días, el burlado esposo inventó un nuevo viaje. Montó en su caballo dio varias vueltas por un potrero y luego lo guardó en una pesebrera vecina. Ya de noche, se vino a pie para esconderse en la platanera que quedaba frente a su rancho. Esa noche la mujer no salió, pero llegó el patrón a visitarla. Cuando el rico hacendado llegó a la puerta, la mujer salió a recibirlo y se arrojó en sus brazos besándolo y acariciándolo.
El enfurecido esposo que estaba viendo todo, brincó con la peinilla en alto y sin dar tiempo al enamorado de librarse del lance, le cortó la cabeza de un solo machetazo.
La mujer, entre sorprendida y horrorizada quiso salir huyendo, pero el energúmeno marido le asestó tremendo peinillazo al cuadril que le bajó la pierna como si fuera la rama de un árbol. Ambos murieron casi a la misma-hora.
Al vaquero le sentenciaron cárcel, pero cuando salió de ella que fue al poco tiempo, volvió por los tres muchachitos y le prendió fuego a la casa.
Por eso las gentes aseguran haberla visto saltando en una sola pata, por sierras, cañadas y caminos, destilando sangre del cuadril y lanzando gritos lastimeros. Es el alma en pena de la mujer infiel que vaga por montes, valles y llanuras, que deshonró a sus hijos y no supo respetar a su, esposo.
Fuente: http://www.colegioeuropeo.edu.co/
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