La leyenda de la ahorcada María
El fantasma de la ahorcada
Esta leyenda se remonta a los tiempos coloniales de México, más exactamente a mediados del siglo XVI, época en la que vivía en la ciudad capital una joven y bella mujer de nombre María de Ávila, la cual pertenecía a lo mejor de la sociedad de su tiempo. Sin embargo, y como sucede frecuentemente, se enamoró de un joven hombre, conocido como Joaquín Urrutia o Arrutia, cuya posición social era muy inferior a la suya, lo que desató la desaprobación de la familia.
A pesar de estos impedimentos, María comenzó a planear la boda con su amado. No obstante su terquedad, los hermanos de María sospechaban que el joven en cuestión no estaba demasiado interesado en lo sentimental y que secretamente ambicionaba la fortuna que pertenecía a la familia. Seguros de esto, le ofrecieron una buena cantidad de dinero para que se fuera definitivamente de la ciudad; el joven aceptó y se marchó sin siquiera despedirse de la mujer que tan resolutamente lo amaba.
Esto sumió a María en una profunda depresión. A pesar de los esfuerzos de los médicos de la época, la joven mujer no mejoraba, y se llegó a temer por su vida. Finalmente, resignada a la pérdida de su amor, decidió entrar como novicia a un convento, a la sazón el antiguo convento de la Concepción.
Poco duró el alivio que María buscó en la institución religiosa. No demasiado tiempo después de ingresar al convento, una noche, María se ahorcó en un árbol de duraznos en la huerta cercana al cementerio. Dado que se trató de un suicidio, no pudo ser enterrada en tierra consagrada, de acuerdo a las disposiciones católicas.
Este triste episodio sumió en verdadera pena a todos sus familiares, pero lo que siguió los sorprendería hasta el espanto: cerca de la caída del sol, cuando alguna monja o novicia se encontraba trabajando en la huerta, el fantasma de María pendiendo del árbol de duraznos, siniestramente mecida por el viento, se aparecía a las aterrorizadas mujeres.
En ocasiones su rostro, severamente atormentado, surgía de las aguas de la fuente del convento. Todo se intentó: exorcismos, procesiones, apelaciones a altas autoridades eclesiásticas, pero de nada sirvió, ya que el fantasma de María o su rostro deformado por el sufrimiento continuaban apareciéndose en el árbol de duraznos o en las aguas de la fuente del convento. Finalmente, se decidió talar el duraznero y derruir la fuente, instalándola más tarde en otro lugar del convento.
Una versión de la leyenda narra que el fantasma dejó de aparecer, o lo hizo con mucha menos frecuencia, después de varios años, y se relacionó ese hecho con el fallecimiento, por causas que se ignoran, de Joaquín Urrutia, el desleal joven por cuya causa María se quitara la vida. Quizás las cuantas se hayan ajustado en el más allá.
Fuente: http://leyendas.about.com/
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