Monday, November 25, 2013

150 años del otro discurso de Gettysburg

150 años del otro discurso de Gettysburg

Abraham Abraham  y Edward Everett

El pasado día 19 se celebraron 150 años del discurso de Gettysburg, sin duda el más famoso de los pronunciados por Abraham Lincoln . En apenas unos minutos y sin sobrepasar las 300 palabras, el presidente que acabaría logrando la abolición de la esclavitud afirmó, entre otras cosas, que “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparecerá de la Tierra”.

Era su forma de celebrar la victoria decisiva, acaecida cuatro meses antes en ese campo de batalla de Pensilvania, de las fuerzas de la Unión sobre las de los confederados. Sin embargo, y por muy jefe de Estado que fuera, Lincoln no estaba programado como el principal orador en Gettysburg.

El célebre discurso de Lincoln

Ese honor correspondió al veterano Edward Everett, antiguo senador, gobernador de Massachussets, secretario de Estado y, sobre todo, uno de los más finos intelectuales norteamericanos de su época. Por eso fue elegido para glosar la batalla de Gettysburg. Y lo hizo de una forma radicalmente distinta a la de Lincoln.

Para empezar, las formas: a diferencia de la escueta pero impactante alocución del inquilino de la Casa Blanca, Everett habló durante dos horas, empleando la friolera de 13.609 palabras y adoptando un tono que rezumaba academicismo, épica y magnificencia.

Academicismo, por la profusión de datos –fechas, nombres y lugares– que exhibió; épica y magnificencia para resaltar la importancia de lo que se había dirimido en Gettysburg, comparando esa batalla con las más importantes de la Humanidad.

Por ejemplo, con la de Maratón en la Grecia antigua, que vio vencer a los helenos sobre los persas. “En la medida en que la batalla librada en ese campo inmortal se distingue de todos las demás en la historia de Grecia por su influencia sobre la suerte de Hellas, ya que dependía del evento de ese día si Grecia debía vivir una gloria y una luz para todo el tiempo que viene....”.

A continuación, la comparación se precisa, con los confederados en el papel de los persas: “En aquel día del que dependía la Unión fundada por algunos de los más sabios estadistas que han existido, cimentada con la sangre de algunos de los patriotas más puros (...) ¿debieron morir o sufrir hombres, enrollados a la marea de la invasión no menos despiadada que la que llegó a plantar la bandera oscura del despotismo asiático y la esclavitud en el suelo libre de Grecia?”

Everett tampoco se olvidó de recordar lo que hubiera ocurrido en caso de haber sido derrotados en Gettysburg: “Consideremos lo que, en este momento, sería de Estados Unidos, si ese noble ejército del Potomac, en lugar de gallardía y (…) de haber hecho retroceder la marea de la invasión de Maryland y Pennsylvania, habría sido expulsado de estas alturas tan bellas, huyendo hacia la confusión en Baltimore, con los soldados pisoteados, desconcertados y esparcidos a los cuatro vientos”.

De la Grecia antigua a la Europa decimonónica. En otro pasaje del discurso, Everett establece un paralelismo, entre el general Meade y el duque de Wellington: “La lucha de los últimos dos días se parecía en muchos aspectos a la batalla de Waterloo; y si, en la noche del tercer día, el general Meade, como el duque de Wellington, hubiese contado con la asistencia de un poderoso ejército auxiliar para seguir con la ofensiva, la derrota de los rebeldes habría sido tan completa como la de Napoleón”.

No sólo se centró en los aspectos bélicos; también abordó en su larga intervención los peligros que conllevaba –y sigue conllevando– un Gobierno federal demasiado amplio y sobrado de competencias. Al día siguiente, Lincoln le agradeció a través de una breve carta que hubiese mencionado ese tema, que desconocía; pero ninguna alusión al resto del discurso. ¿Por aburrimiento? Nunca se supo.

Lo que sí es cierto es que hubo división de opiniones respecto al discurso. Fue elogiado por Benjamin French, estrecho colaborador de Lincoln en la Casa Blanca, para quien las palabras de Everett “no podrán ser superadas por ningún mortal”. En cambio, el enviado especial del Philadelphia Age escribió que “pocas veces habló tanto un hombre para decir tan poco”. “Nos atiborró de palabras pero no utilizó su corazón... habló como un historiador, como un enciclopedista o como un ensayista pero no como un orador”.  


Fuente: http://www.intereconomia.com/

0 comments:

Post a Comment