La Cueva de Salamanca
El aula de Satanás
Todas las ciudades tienen “lugares espaciales” en los que historia y leyenda se cruzan y en los que el peso de esta última se impone al de los hechos históricos. Esto ocurre con la antigua Iglesia de San Ciprián o San Cebrián conocida como la Cueva de Salamanca. Es espacio que ocupa la cueva es en realidad, la sacristía de la iglesia. Sobre su origen, unos afirman que fue fundada por Hércules, otros la relacionan con los árabes o con los celtas. Hay quién sitúa en la cueva la entrada a un laberinto de túneles y pasajes que recorría todo el subsuelo de la ciudad.
Su fama fue tan relevante que incluso atravesó el mar. Y así, en Iberoamérica se denominan salamancas a las cuevas, lugares oscuros y ocultos en los que se practicaba la quiromancia, la nigromancia, la iniciación o la adivinación.
Situada en la Plaza de Carvajal sobre lo que antiguamente fue la Iglesia de San Cebrián, la entrada a la cueva habría estado tras la sacristía. Famosa por los ritos mágicos que allí se celebraron. Se puede subir a la Torre del Marqués de Villena (bonita vista) y ver de cerca y por dentro la muralla.
La Cueva ha tenido un gran protagonismo literario. Cervantes, Calderón de la Barca, Escilla, Torres Villarroel, Feijoo, Botello de Moraes, Walter Scott o Ricardo de Rojas, son algunos de los autores que han hablado de ella.
La leyenda
Cuenta la leyenda que en este espacio Satanás, bajo la apariencia de sacristán, impartía doctrinas de ciencias ocultas, adivinación, astrología y magia a siete alumnos durante siete años, tras de los cuales, uno de ellos, debía quedar de por vida en la cueva a su servicio. El alumno más célebre habría sido el marqués de Villena.
El origen de esta leyenda esta en las clases que en la sacristía impartía el párroco de la iglesia. Se llamaba Clemente Potosí, y llegó a ser identificado con el diablo. Este daba lecciones de astrología, geomancia, hidromancia, piromancia y quiromancia, el objetivo era aprender técnicas adivinatorias. Los alumnos que acudían a las clases no revelaban que era lo que aprendían y este hermetismo fomentó la leyenda.
Según la leyenda el número de alumnos era siempre siete, numero con implicaciones místicas. Los alumnos debían pagar por las clases recibidas. El método era peculiar, se sorteaba que alumno debía pagar por todos, si al que le tocaba no podía pagar debía permanecer encerrado en la cueva.
Un año quien perdió el sorteo y debía pagar las clases a todos sus compañeros fue el Marques de Villena, Enrique de Aragón. Este se encontraba en la ciudad como estudiante en la Universidad. Cuando tuvo que pagar se encontró en la situación de no tener dinero para pagar, por lo que fue encerrado en la cueva.
El joven Enrique no se resignó a su destino e ideó un plan para poder escapar. Para ello se ocultó en el interior de una tinaja, la cual estaba tapada de diversos objetos que se habían ido acumulando. Al ocultarse en la tinaja procuró que los objetos quedaran tal y como estaban para no ser descubierto. Cuando el maestro regresó a la sacristía y se la encontró vacía marchó rápidamente dejando la puerta abierta, la situación fue aprovechada por el futuro marques para escapar a la iglesia donde se ocultó. En el interior de la iglesia permaneció oculto toda la noche hasta que cuando se abrieron sus puertas y pudo escapar del recinto.
En 1580 la iglesia fue derribada, de la cueva se perdió la mitad, la cual fue usada como carbonería o depósito de desperdicios, hasta su rehabilitación a mediados del Siglo XX.
Fuente: http://tejiendoelmundo.wordpress.com/
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